martes, 29 de noviembre de 2011

Crecer


Crecí dándole la espalda a caballeros y princesas,
Nunca me interesó tener tirabuzones rubios por los que trepara un amante
Crecí dándole patadas a un balón,
Y si se terciaba, a alguna espinilla contraria,

Crecí subiéndome a los árboles, atrapando grillos y saltamontes,
Desollándome las rodillas en caídas en bicicleta.
La vida tenía sentido si tenías amigos.

Crecí echándole de comer a los conejos,
Sentándome al sol acariciando pollitos amarillos,
Cabalgando encima de mastines que pastoreaban rebaños de ovejas,
Abrazada a la luna entre historias de damas siniestras.

Crecí viajando en trenes y en un 127 blanco y ajado,
Crecí durmiendo en tiendas de campaña cada verano.
Crecí sorprendiéndome con cada pueblo nuevo descubierto
Y bañándome en todos los mares que rodean este país
Que amé durante años y que estoy empezando a odiar.

Ahora todo es inhóspito, lleno de hormigón y metal
Ahora todo es salvaje, todo es vender o comprar.

Simplemente con recordar esos viejos tiempos
Mis ojos se empañan, la tristeza me embarga,
La luna decrece, las estrellas se apagan.

martes, 22 de noviembre de 2011

Juguetes y música

Nunca tuve una Barbie. Tan rubia, tan tiesa, tan estirada, tan fashion. Nunca tuve una, porque, huelga decirlo, yo nunca fui ni quise ser así. 
Tuve una Nancy, de las antiguas, de aquellas con la cara preciosa y pelo sedoso (pelo que en un arranque de creatividad, teñí con mechas verdes una tarde aburrida de invierno). Mi Nancy era una Nancy deportista, con mallas y camiseta larga y cinta para el pelo. Y rodillas y codos articulados para hacer deporte.
También tuve una Chabel. ¿Alguien se acuerda de la Chabel? La mía era campista. Vestía vaqueros, camiseta de leñador a cuadros rosas y deportivas. Y tenía una tienda de campaña, y saco de dormir y nevera llena de latas de conserva y botellas de refrescos en miniatura.
Luego me regalaron más muñecos, que nunca usé para jugar. Eran todos de adorno. Un bebé negro (el primero que tuve que tenía pito, qué cosas), otro montado en un caballo de madera y muchas muñecas de trapo, con trenzas rojas y vestidos de flores, o rubia y con capa roja a lo Caperucita. 
Pero como digo, nunca jugué con ellos. Acumulaban polvo en las estanterías de la habitación, mientras yo etiquetaba mis libros como si tuviera una biblioteca, llevando un registro de cada título que tenía y a quién se lo prestaba. Se aburrían mis muñecos esperando por mí mientras yo le pegaba patadas a un balón en el patio del colegio, ganándome el respeto de los chicos porque lo hacía bien y siendo de las pocas elegidas en el recreo para jugar con ellos.
Los primeros juguetes que pedí conscientemente a Papá Nöel (mi familia no es católica y siempre recurrieron al gordo para que pudiéramos disfrutar de los juguetes durante las vacaciones navideñas) fueron un camión amarillo y un balón. Me los trajo, por supuesto. El camión amarillo era casi tan grande como yo, cabía sentada encima y tenía volquete y todo.
También recuerdo (intuyo que esto sería por el año 1986 ó 1987) que les pedí a mis abuelos que me regalaran una muñeca, del tipo de la Barbie, que se llamaba Jem, que venía de unos dibujos animados. Atentos que tenía historia la cosa. 
Eran dos grupos de rock femenino rivales. Unas eran "buenas" (porque tocaban para salvar un orfanato o algo similar) y se llamaban Jem & The Holograms y otras, teóricamente "malas", que se llamaban The Misfits. No sé por qué pero las "buenas" tenían el pelo rojo, malva o rosa y las "malas" eran cuatro y lo tenían castaño claro, negro, azul y blanco. 
Elegí a la rizosa de pelo azul chillón, que tocaba una guitarra amarilla tringular (voy a darle este calificativo porque, en realidad, no sé cómo describirla). Nada de pelos rosas, no. Rizos y azul, tal como yo soñaba con tenerlo. Se llamaba Stormer. 
Luego, investigando, he leído que en la serie, Stormer era la teclista de The Misfits, la compositora de las canciones y el alma creativa del grupo, pero mira por dónde, nunca era reconocida por ello. Digamos que era la "buena" de las "malas". Además de teclista, era una guitarrista de renombre mundial y experta en tocar el keytar, sí, ese engendro entre guitarra y teclado que debería estar prohibido a nivel internacional. Vamos, que pertenecía a The Misfits pero como era compasiva y esas cosas y le daba pena que las demás se portaran mal con Jem, pues recibía un trato bastante duro por parte de las miembras de su grupo (y esto no es un error, lo he escrito completamente a propósito, por aquello de los miembros y miembras de Bibiana Aído).

 La muñeca venía hasta con cinta de cassette con cuatro o cinco canciones en cada cara, todas de Jem por supuesto. Os juro que eran una aberración y que además no debieron tener demasiado éxito, ya que ninguna de mis amigas tuvo nunca una muñeca de esas, ni del grupo bueno ni del malo. Nunca conocí a nadie, en ninguna parte del mundo, que tuviera una muñeca así, excepto yo. Y aún la conservo, ojo, lo cual creo que es merecedor de todo el respeto que podáis ofrecerme. La verdad es que me gustaría entrar en contacto con personas que hayan tenido una. Por aquello de no encontrarme sola en el mundo y poder dejar de ser anónima y absurda.

Así que hoy, recordando que es Santa Cecilia, patrona de la música, y mezclando esto con que tenía ganas de escribir sobre juguetes, me he acordado de mi Stormer de pelo azul y flor en el pelo. Y me he acordado que, con diez años, además de rayar hasta la extenuación el cassette de "Mentiras piadosas" de Sabina y el de "Loco por incordiar" de Rosendo, también escuché muchísimas veces la cinta de Jem. Por favor, perdonadme la vida.



Para más información sobre la serie de dibujos (que seguro que aparece alguna nostálgica... sí, no lo vamos a negar, era básicamente una serie para chicas), tenéis muchísima información en Jem and The Holograms ¿Te acordás de estos dibus? de donde he tomado prestada la foto de Stormer en su caja original, la otra, la de los pelos despeinados, es la mía.